Los manifestantes irrumpieron en una entrada clave de la cumbre climática COP30 en Belém, Brasil, el martes por la noche, obligando a los delegados a evacuar y resaltando las tensiones latentes en torno a la deforestación y los derechos indígenas. El incidente involucró a activistas de grupos indígenas y movimientos juveniles de izquierda que violaron las líneas de seguridad, coreando consignas como “Nuestros bosques no están en venta” mientras derribaban puertas.

Los videos que circulan en las redes sociales capturaron la caótica escena: manifestantes vestidos con trajes tradicionales indígenas se enfrentaron con soldados brasileños y personal de seguridad de la ONU en la entrada del lugar. Según Reuters, un guardia de seguridad informó haber sido golpeado por un tambor lanzado por uno de los manifestantes. Si bien dos miembros del personal de seguridad de la ONU sufrieron heridas leves y se produjeron algunos daños en las instalaciones de la COP30, finalmente se impidió a los manifestantes entrar más profundamente en el complejo.

Esta descarada violación de la seguridad en la conferencia climática de alto perfil es muy inusual debido a sus estrictos protocolos. Las autoridades brasileñas y de la ONU están investigando actualmente el incidente.

El evento en Belém, situado en el borde de la selva amazónica, tenía como objetivo poner las voces indígenas en el centro del escenario, una designación obtenida por el apodo de la COP30 “la COP de los Pueblos Indígenas”. La ministra brasileña Sonia Guajajara, jefa del Ministerio de Pueblos Indígenas, lo elogió como una ocasión histórica y esperaba 3.000 delegados indígenas de todo el mundo. La cumbre de este año marca una década desde el histórico Acuerdo de París, donde las naciones se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C.

La elección de Brasil, sin embargo, ha generado controversia debido a sus continuas tasas de deforestación y la emisión de nuevas licencias de petróleo y gas, a pesar de los compromisos asumidos en el Acuerdo de París. Un líder indígena de la comunidad Tupinamba subrayó esta tensión al afirmar: “No podemos comer dinero”, enfatizando su insatisfacción con el desarrollo de la selva tropical para industrias como la agroindustria y la extracción.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la cumbre denunciando el negacionismo climático y las “noticias falsas”, posicionando la COP30 como una plataforma para decir la verdad sobre el papel vital de la Amazonía en las soluciones climáticas globales. Señaló que este bioma crucial alberga a casi 50 millones de personas, incluidos 400 grupos indígenas.

Sin embargo, la realidad de las violaciones de los derechos sobre la tierra y la explotación ambiental contradice directamente las promesas de Brasil en el escenario mundial. Un informe de la ONU publicado a principios de este año subraya esta disparidad: los pueblos indígenas salvaguardan el 80% de la biodiversidad restante del planeta, pero reciben menos del 1% de la financiación climática internacional. Esta población vulnerable se ve afectada desproporcionadamente por el cambio climático debido a su dependencia de los recursos naturales para su supervivencia y continuidad cultural. La brecha de seguridad en la COP30 expone la marcada desconexión entre los compromisos de alto nivel y las realidades que viven las comunidades indígenas dentro de la cuenca del Amazonas.

El incidente subraya la necesidad urgente de acciones concretas contra la deforestación, una distribución más equitativa de los fondos climáticos y un reconocimiento genuino de los derechos territoriales de los indígenas, cuestiones que son fundamentales tanto para mitigar el calentamiento global como para lograr una justicia ambiental duradera.