Miles de indígenas llegaron a Belém, Brasil, para la cumbre climática COP30, marcando una presencia récord de este grupo demográfico crucial. Su llegada no fue una coincidencia; Brasil eligió estratégicamente la ciudad amazónica para subrayar el impacto devastador del cambio climático en estas comunidades. Este año, su mensaje unificado resonó alto y claro: las voces indígenas deben tener prioridad en las negociaciones climáticas globales.

La magnitud de su asistencia envió un mensaje poderoso. Los participantes viajaron desde toda América Latina, incluidas las montañas de los Andes de Ecuador y la selva amazónica de Perú, uniéndose con activistas de las diversas regiones de bosques y sabanas de Brasil. Vinieron todos juntos para exigir reconocimiento por su papel vital en la salvaguardia del planeta.

“El tiempo corre”, declaró Katty Gualinga, una joven líder indígena de Ecuador de 25 años que desafió un agotador viaje en autobús y barco para llegar a Belém. “Los bosques se están secando. El calor está aumentando. Sin embargo, nosotros somos los que protegemos la vida en el bosque”.

Su presencia fue impulsada por la urgencia. Las comunidades indígenas enfrentan amenazas inmediatas como la deforestación desenfrenada impulsada por la minería de oro y la extracción de petróleo. Estas actividades no sólo destruyen sus tierras ancestrales sino que también liberan enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, exacerbando el calentamiento global. Esta experiencia colectiva de devastación climática de primera línea los impulsó hasta las puertas de la COP30.

Más allá de simplemente resaltar el sufrimiento, vinieron armados con soluciones. Ya están a la vanguardia de los esfuerzos de conservación, protegiendo meticulosamente algunos de los bosques con mayor biodiversidad de la Tierra, ecosistemas cruciales para absorber carbono y mitigar impactos climáticos más amplios. Su conocimiento tradicional ofrece conocimientos invaluables sobre la gestión sostenible de la tierra y el uso de los recursos, estrategias que podrían tener un peso significativo en las discusiones sobre políticas climáticas globales.

La llegada del contingente indígena a Belém envió un mensaje poderoso: su lucha está intrínsecamente ligada al destino del planeta. Su demanda de reconocimiento no se trata sólo de participación política; se trata de integrar el conocimiento y las prácticas indígenas en las soluciones climáticas globales, garantizando que las generaciones futuras hereden una Tierra habitable.